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SINFONÍA DE
LA NATURALEZA
Paisajes, mitos, identidad nacional y modernidad en la música
del norte de europa en los siglos XIX-XX
La elección del tema de esta edición del Festival, Sinfonía de la naturaleza, pretende resaltar, a través de su programación, los principales elementos del importante fenómeno musical que se desarrolló en algunos países del norte de Europa y que tuvo una gran trascendencia cultural, social y política en casi todos los países escandinavos. En estos países, el surgimiento de tendencias nacionalistas coincidió con el excepcional florecimiento cultural y musical que produjo obras de valor absoluto, obras maestras muy importantes en la historia de la música occidental.
El período considerado va de 1830 a 1930. Un siglo de grandes transformaciones que vió la madurez (1830-1853) y el agotamiento (1853-1889) de la gran época romántica y la irrupción en el escenario europeo de la modernidad, de sus múltiples tendencias y contradicciones (1889 -1930).
Una de las fuentes de inspiración, desde sus inicios hasta hoy, ha sido la naturaleza y sus múltiples manifestaciones. Sin embargo, hasta el romanticismo y mucho más allá hubo una clara tendencia a reducir el concepto de naturaleza a sus expresiones más pintorescas e inofensivas.
Desde el «Canto de los pájaros» de Janequin hasta el «Murmullo del bosque» de Sigfrido de Wagner, pasando por el «Coucou» de Danquin, las «Cuatro estaciones» de Vivaldi, la famosa Sinfonía «Pastoral» de Beethoven, la Obertura de Las Hébridas de Mendelssohn y la «Escena en los Campos» de la Sinfonía fantástica de Berlioz; la naturaleza ha derramado corrientes de aire fresco en el espacio hermenéutico encerrado en la sala de conciertos.
LOS PAISAJES SONOROS
Con oídos atentos, podemos darnos cuenta de que el sonido armónico forma parte del mundo donde vivimos. El gorjeo de los pájaros, el zumbar de las abejas, el rumor del mar, el altivo canto de las cascadas o el quejido del viento están integrados en los ecos de nuestro entorno natural y su efecto es evidente.
El estado anímico cambia fácilmente por el influjo de los estímulos sonoros naturales, de modo que uno se sosiega cuando se trata de sonidos que transmiten calma o se tensa cuando anuncian peligro o amenaza, como sucede con el estruendo espeluznante del huracán o el estallido poderoso de la tormenta.
En una primera experiencia nos cogerán por sorpresa, pero, en un futuro identificaremos su contenido, de modo que el cuerpo se acostumbra a sus efectos. Sin embargo, siempre permanece en los espíritus sensibles la capacidad de asombro frente a los inextinguibles compases de la orquesta que la naturaleza nos brinda.
EL AGUA Y LOS ARPEGIOS DEL MAR
Sin duda, el medio natural más loado tanto por los músicos como por los poetas es el mar, la benefactora de temible belleza, fuente de la vida y seno de la muerte. El mar o la mar, que se ama y que se teme por esa inmanente dualidad subyugante; dios y diosa que alimenta los cuerpos y los espíritus que manan de sus ubres plateadas, sin dejar por ello de engullirlos. Inconmensurable matriz y gigantesco féretro de música inequívoca.
ACORDES DE LOS BOSQUES Y DE LOS GRANDES ESPACIOS
La solemnidad de los espacios abiertos y las espesuras vegetales se respiran en la música de algunos maestros, con diferenciaciones de ecos y rumores. Hay un ritmo propio en las entrañas de los bosques nórdicos y otro diferente en las selvas tropicales. Revelan las montañas blancas su genuina voz y otra distinta, que no es menor, las llanuras infinitas. Y cada visión particular de esos paisajes sonoros recrea el entorno natural y le impregna su peculiar flagrancia.
LAS MELODÍAS FLUVIALES
Los ríos también son elementos de la geografía física que han dado pie a la creación de espléndidas páginas musicales. La savia que nutre la tierra y que no detiene su curso hasta fundirse con la inmensidad del mar, favorece y crea la vida vegetal y animal. En consecuencia, el asentamiento humano en sus orillas es algo que los compositores no podían ignorar.
Se escuchan voces solistas y cánticos corales alternando en el curso de la armoniosa y, en ocasiones, disonante corriente. Sin detenerse, suenan a veces indómitos y, en otras, mansos, hasta ser abrazados por el mar. En un estuario sinfónico o en un delta concertante, los ríos afinan del mismo modo.
LA MÚSICA Y LOS CICLOS
Las distintas épocas del año, con sus referentes de eclosión de vida, sol dominador, doradas hojas caídas y frío paisaje blanco, también se intentaron atrapar en las partituras. O, al menos, los momentos que despertaron una determinada emoción, expuestos al ardor astral o bajo la lluvia, a plena luz o en el misterio de la noche. Supone una forma más difusa de representar la naturaleza y, sin embargo, más amplia, no limitada a espacios concretos o acotamientos geográficos.